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10 de abril de 2010

Educación Ambiental y narrativa literaria infantil

Alejandra Gabriela Meza Martínez*


Presentación
La literatura infantil puede ser un apoyo para propiciar reflexiones sobre diversas cuestiones, entre ellas el ambiente y a los problemas que percibimos en éste, además de otras dificultades ambientales menos evidentes, pero que existen y nos afectan de manera universal y compleja[1]. No obstante, no es posible reconocer la riqueza de los textos únicamente con la lectura recreativa, espontánea o cuando se realiza compartida con un grupo de alumnos, si bien es verdad que las preguntas que los niños hacen al leer pueden ser una forma de abordar diferentes temas curriculares y otros derivados del contexto, es necesario que los docentes apreciemos las distintas características de un texto, y por lo tanto, podamos utilizarlos en diferentes momentos con intenciones específicas, así “los texto literarios son ricos, interesantes, sorprendentes y, por lo mismo, complejos, epilépticos y ambiguos… no pueden ser leídos sin precauciones, sin que el maestro ‘desentrañe el verdadero sentido’… con sobriedad y simpleza, lo que exige mucho talento pedagógico” (Chartier, 2004: 131-132). En otras palabras, se necesitan de la acción educativa para generar reflexiones que den oportunidad de ‘leer’ la vida misma.

También es cierto que el argumento general de un texto nos puede sugerir, en lo inmediato, algún tema, en este sentido existen libros sobre temáticas ambientales, en donde la trama hace referencia, por ejemplo, al uso adecuado de los recursos naturales, o de las consecuencias de abusar de dichos recursos, algunos otros nos ayudan a reconocer síntomas de la crisis ambiental o bien muestran que nuestra actitud y actos son promotores de cambios poco favorables para la vida del mismo ser humano y de otros seres; es más, existen acervos que de manera narrativa nos introducen al conocimiento y manejo de términos sobre ecología, medio ambiente o sustentabilidad, como un primer acercamiento a ciertas cuestiones técnicas. Sin embargo, no es necesario que de manera explícita libros refieran esos temas para reflexionar al respecto, esta afirmación parte de dos observaciones, la primera tiene que ver con la universalidad de la literatura infantil ya que en general es un reflejo de la vida misma; en segundo lugar, porque los problemas ambientales se presentan en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana y afectan las condiciones naturales y sociales presentes en el planeta.

Medio ambiente y educación ambiental
En primer lugar debemos definir lo que es medio ambiente y el papel que juega la educación ambiental en el quehacer docente, así se podrá saber sobre el entorno, sus problemáticas y las alternativas que se desprenden del ámbito educativo para contrarrestar los problemas ambientales que se presentan en el planeta. De manera acotada, el ambiente se refiere al entorno, que es un término utilizado coloquialmente para empezar a describir el contexto y los elementos que en éste se encuentran; al ambiente se le caracterizan de acuerdo a las relaciones que en éste se desarrollan, así que se habla de ambientes urbanos, ambientes rurales, ambiente escolar, ambiente de trabajo, ambiente natural, considerándolo como el espacio vital en que se desarrolla un individuo mediante un conjunto de estímulos que recibe de éste.

En un sentido más amplio, el medio ambiente comprende el conjunto de valores naturales, sociales y culturales existentes en un lugar y un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano; adicionalmente en la actualidad éste tiene una relación directa con la productividad, la regeneración de recursos naturales, el consumo de energías, el desgaste de sistemas, por lo que se considera también un “ambiente económico” (Leff, 2007: 247).

El medio ambiente, en términos biológicos, tiene que ver con el conjunto de circunstancias y condiciones externas que favorecen o perjudican a un ser vivo, éstas pueden ser bióticas o abióticas y se puede ver como una condición para el desarrollo y para la existencia de la vida. “El medio que circunda las especies y a las poblaciones biológicas; es una categoría sociológica… relativa a una racionalidad social, configurada por comportamientos, valores y saberes, así como por nuevos potenciales productivos (Leff, 2007: 247). Así, al ambiente se le atañe lo natural, lo social, lo cultural, lo económico, lo político, es decir, aquellas expresiones humanamente constituidas.

Estas concepciones de medio ambiente nos llevan a percibir la inclusión del ser humano como parte del medio, como un organismo que no sólo convive y sobrevive gracias a las interacciones biológicas, físicas y químicas de los componentes en el medio, sino que el ser humano le imprime al medio ambiente particularidades propias de su ser, como son las características sociales (relaciones entre individuos o entre grupo de personas), la cultura (modos de vivir y actuar determinados por ciertos valores) y, el tiempo y contexto histórico (circunstancias específicas que se suscitan en un determinado momento y lugar), lo que propicia interrelaciones específicas entre naturaleza y sociedad.

Con base en las reflexiones anteriores, el medio ambiente es el entorno que afecta y condiciona las circunstancias de vida abarcando a todos los seres vivos que interactúan con los componentes no vivos del entorno para su subsistencia, sin embargo, al medio se han integrado otros elementos de carácter social como la cultura, la política, la economía, etc., propios de las personas, lo que imprime un significado y valor al entorno que depende de contexto histórico en el que se desarrolle una determinada sociedad.

Es importante reconocer las interacciones y los cambios en el medio ambiente, los cuales no han sido del todo benéficos para el desarrollo de la vida. En este sentido la educación ambiental juega un papel importante, ya que el reconocimiento del individuo dentro de un medio donde interactúa con otros seres y con los elementos de éste, es parte de esta educación.

Así mismo, la educación ambiental procura una enseñanza donde el medio ambiente sea el vehículo para propiciar aprendizajes, ya que en éste vivimos y nos desenvolvemos, en él convivimos con otros seres humanos y con los demás seres vivos, de éste obtenemos recursos, es el espacio donde construimos nuestro hogar, es el lugar donde nos adaptamos a diferentes condiciones, etcétera.

La educación ambiental permite realizar un “proceso de análisis crítico de realidades ambientales, sociales y educativas interrelacionadas” (Sauvé, 1999: 5), es un proceso que pone en relieve una pedagogía del medio de vida, propicia el diálogo entre diferentes tipos de saberes para generar un desarrollo óptimo de las personas para la construcción de una mejor sociedad en armonía con los demás elementos del entorno, la educación ambiental reintegra al ser humano como otro componente más del ecosistema y fomenta la relación armónica naturaleza/sociedad (Otero, 1998: 68), para generar un mejor conocimiento del medio y de sus componentes, optimizando la convivencia y supervivencia con el entorno de manera racional y equilibrada.

La educación ambiental propicia la sensibilidad y el conocimiento de las relaciones complejas entre naturaleza y sociedad para la construcción paulatina de una mejor sociedad (Ramírez, 2000: 23), una relación de la humanidad más complementada con la vida misma y con una visión ajustada al futuro de un planeta que permita el desarrollo de condiciones favorables en beneficio de todos los que lo habitamos.

La educación ambiental puede utilizar diversos recursos que propicien aprendizajes con base en el medio ambiente, además de implementar estrategias que propicien la reflexión de situaciones reales del entorno próximo para dar paso a contextos más lejanos y complejos. En dichas estrategias se inserta la lectura de los libros de literatura infantil, ya que los textos pueden contribuir (de una manera más sutil y entretenida) a realidades creadas desde diferentes perspectivas, la cuales pueden ser manejadas como explicaciones sobre nuestra forma de vivir, pueden sensibilizar nuestra percepción sobre lo que ocurre conmigo y con otros, o pueden ser inspiraciones que conlleven a la acción, desde el espacio personal y social, que den solución a diferentes problemas sentidos.

Los libros literarios en el ámbito escolar
La escuela es uno de los lugares en donde los libros tienen muy buena acogida, son reconocidos como una herramienta útil y necesaria para las prácticas educativas, la lectura es considerada como uno de los medios que favorecen el aprendizaje. El leer es una práctica fundamental en la escuela, en educación básica no se concibe la enseñanza sin apoyo de los libros, es en la escuela donde se formalizan los procesos de lectura y escritura, debido a que es “la forma privilegiada en que nos aproximamos al conocimiento” (Ramírez, 2000: 27-28).

El texto es un recurso de gran valor apreciado por los docentes, no es posible concebir un espacio educativo formal sin el uso de diversos libros, sin embargo, éstos por sí mismos pierden cierto valor educativo (sobre todo en los niveles básicos de enseñanza), cuando no se cuenta con la retroalimentación de un tercero, es decir, con la intervención docente, de ahí que sea necesario analizar los textos existentes y reconocer en ellos diversas posibilidades educativas, por ejemplo, reflexionar en torno a cuestiones ambientales.

Roger Chartier explica, en su libro Cultura escrita, literatura e historia, que dentro de los planteles educativos los textos se reparten en textos para aprender[2] y textos para comprender (2004: 140), indistintamente si se consideran como informativos o literarios, sin embargo, muchos acervos informativos son los que contienen conceptos, definiciones, hechos, ejemplificaciones de ciertos fenómenos o circunstancias pueden ubicarse dentro del primer tipo de texto; en cambio, los textos literarios, con la condición de que deben ser leídos en su totalidad, en particular aquellos los de narrativa, son textos que desarrollan la comprensión y, por lo tanto son, hoy en día, el recurso por excelencia para la prácticas de lectura de comprensión.

Además, los libros cumplen con una función social importante, son promotores de la cultura escrita[3], de ellos provienen muchas raíces y herencias culturales, gracias a ellos contamos con bibliotecas, pues son los recintos donde se conservan las voces, las ideas, los pensamientos y los sentimientos que se compartieron alguna vez y que pueden seguir conservándose.

“La escuela tiene, al parecer, todos los medios para ser “naturalmente” un lugar privilegiado para acoger la literatura infantil. Todos podemos encontrar en nuestra memoria escolar imágenes de libros ilustrados o recuerdos de novelas” (Chartier, 2004: 123). La escuela, por lo menos la establecida en la segunda mitad del siglo XX[4] , siempre ha considerado la literatura infantil como un repertorio natural de textos para aprender a leer y para disfrutar la lectura.

Pese al embate de otros medios de comunicación, el libro infantil literario, en este caso el de nivel de primaria, posee un encanto especial, si de éste se tiene en cuenta el nivel lector del destinatario, los intereses de los niños, una historia que sea cercana al contexto del usuario y si se le aproxima al alumno de manera agradable (divertida o novedosa) será acogido con buena voluntad por el estudiante, aún cuando el docente tenga una intención pedagógica explícita o no, pues el momento de la lectura es considerado como algo recreativo, lúdico y placentero, hasta podría decirse, que proporciona un escape a la aburrida, insulsa y rutinaria realidad escolar, que muchas veces se presenta.

Por otra parte, se reconoce que existe mucha literatura infantil, es mucho lo que en nuestros tiempos se encuentra al respecto, sobre todo porque como recurso es bien valorado en la escuela y eso ha representado una oportunidad para que se incremente el número de escritores de este tipo de textos “es un hecho categórico el acercamiento de cada vez más niños y adolescentes al mundo literario en toda su amplitud. Las aportaciones y apuestas, en este sentido, de la labor efectuada por las bibliotecas públicas y escolares, por educadores cuyo fin último está en relación con despertar el placer por la lectura” (Bermúdez, 2006: 1).

Sin embargo, no es suficiente visualizar como el fin último de la literatura: el goce —no se trata de descalificar ese sentir, pues es la condición que me permite el acercamiento y la empatía hacia los textos como punto de partida—, pero se tendría que trascender al paso siguiente, pensar que el alumno al leer, intercambia su experiencia con el texto, analiza ideas, realiza inferencias, recupera saberes, expone sus sentimientos, es reconocido como sujeto y a la vez reconoce su entorno a través del diálogo con otro, alguien presente y también ausente pero que mueve sus pensamientos, ¿no es importante un mediador en ese intercambio?

La literatura infantil tiene la virtud del diálogo, al momento en que el lector se pone en contacto con el texto va formando un camino, un nexo que lo conecta con lo literario, que no necesariamente es el acercamiento a la cultura o el cumplimiento de los fines escolares, “la fuerza de la literatura infantil no reside únicamente en alimentar la imaginación por medio de relatos…, sino en representar y cuestionar el mundo por medio de la lengua”, porque si bien, existen otras formas de comunicar como las imágenes y éstas pueden cautivar mucho más que un escrito, esas representaciones “no hablan, y es necesario hablar con los niños” (Chartier, 2004: 167-168).

Si se reconoce que en los libros literarios podemos rescatar elementos de la vida que se interrelacionan con las experiencias de los alumnos y si éstos están dentro de las escuelas con la finalidad de facilitar el aprendizaje de los niños, hay que utilizarlos como un recursos que permitan “la comprensión de la comunidad humana y del devenir del mundo …un pensar que trascienda el orden de los saberes constituidos y la trivialidad del discurso académico” y que se utilicen para rebasar una enseñanza que “encasille en los estereotipos de los discursos y géneros literarios heredados” (Morin et al, 2003: 24).

En la escuela los libros de literatura, en específico los de narrativa, deben tener la función de mostrar la experiencia humana, permitir la reflexión de dichos actos como un reflejo de la conducta propia, de tal manera que su lectura propicie el reconocimiento del mundo con sus circunstancias de vida y que motive acciones para resolver las problemáticas que presenta nuestro mundo.

Como se ha resaltado, la literatura es un diálogo, incorpora voces diversas, no sólo por lo que dice el narrador y los personajes, sino porque el lector conversa con el libro, discute o concuerda, se identifica con una figura, crea e intercambia referentes culturales y sociales, “la literatura y el cine deben ser considerados como escuelas de vida. Es decir, escuelas de expresión; escuelas de desarrollo emocional y estético; escuelas de descubrimiento de uno mismo, del otro y de la vida; escuelas de la complejidad humana; escuelas de “experiencias de verdad” (Alzola, 2007: 155).

Ann-Marie Chartier refiere que una forma para realizar ese intercambio, ese diálogo entre los libros infantiles de literatura con los niños, en la cual se requiere de la intervención del docente es “que las lecturas sean compartidas y se vuelvan memorables”, por ejemplo las prácticas de “la lectura en voz alta para permitir los intercambios y la discusión común sobre un tema” (2004: 168) donde no importa la capacidad de lector porque la historia se recrea en esa puesta en común. En el pasado se consideraba que el goce al leer debía ser una “experiencia solitaria –la experiencia del lector separado del mundo y hundido en el texto–” sin embargo, se ha reconocido que “…esta experiencia singular sólo adquiere sentido a partir de los intercambios que permite” (2004: 169).

La importancia de los libros de literatura infantil en la escuela se la dará el maestro al realizar un análisis de estos materiales, de una manera seria “los maestros, son … quienes a través de sus experiencias con sus alumnos, seleccionarán … un lote de libros que convertirán en los “nuevos clásicos” (Chartier, 2004: 169). Como educadores ambientales, será una tarea saber utilizar los libros de literatura infantil como elementos educativos para crear lazos con el medio, para propiciar una actitud diferente y un actuar consciente de la vida en el planeta.

El reconocimiento de materiales, herramientas y recursos que los docentes tienen a su alcance puede ser un paso entre los muchos que pueden mejorar las acciones en torno a la crisis ambiental y pueda facilitar la tarea del docente al conocer que un texto narrativo puede ofrecernos más que un rato de goce, considerando, además, rebasar la lectura evidente en los diferentes materiales y poder vislumbrar que algunas intenciones en los libros rebasan el ámbito escolar.

Además, debemos estar consientes del mundo en el que vivimos, de su contexto, de sus problemáticas y de sus interacciones, pues de ese modo podremos aprovechar la escuela y sus recursos para vincular la realidad con las experiencias escolares. En nuestros días es imperante que la educación permita ese puente entre la escuela y la vida que Ezequiel Ander-Egg nos hace notar tan necesario, pues éste permitirá contextualizarnos en nuestro momento, conocer y reconocer nuestro entorno, de tal manera que al construir esa vía, los libros infantiles de literatura representen uno de los vehículos que circulará a través de ese puente.

Bibliografía
Alzola, Norea (2007) "Literatura infantil y educación ética", en Revista de Psicodidáctica, Volumen 12, No. 1, sin mes, pp. 153-166. Universidad del País Vasco, España.
Ander-Egg, Ezequiel (1995) Un puente entre la escuela y la Vida, en la Colección Magisterio 1. Buenos Aires, Magisterio Río de la Plata.
Bermudez, Concepción (2006) Análisis sociolingüístico de textos de literatura infantil y juvenil contemporáneos. Descripción y proyección didáctica, en Revista electrónica de estudios filológicos No. 11, Julio; en la web: www.um.es/tonosdigital
Chartier, Anne-Marie (2004) Enseñar a leer y escribir, Una aproximación histórica, de la colección Espacios para Leer. México, Fondo de Cultura Económica.
Chartier, Roger (2000) “Cultura escrita, literatura e historia”, de la colección Espacios para Leer. México, Fondo de Cultura Económica.
Leff, Enrique (2007) Saber ambiental. Sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. México, Siglo XXI.
Morin, Edgar et al. (2003) Educar en la era planetaria. Barcelona, Gedisa.
Otero, Alberto (1998). Educación Ambiental, en Medio ambiente y educación, pp. 61-83. Buenos Aires, Novedades Educativas.
Ramírez, Rafael (2000) Educación Ambiental. Aproximaciones y Reintegros. México, Taller Abierto.

* Alumna de la Maestría en Educación Ambiental, unidad 095 Azcapotzalco de la Universidad pedagógica Nacional.
1. En el Texto Educar en la Era Planetaria se hace una revisión sobre el origen de la palabra complejo para definir complejidad como “tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados que presentan la paradójica relación de lo uno y de lo múltiple” (Morin et al, 2003: 54).
2. A este tipo de textos pueden incluirse los prescriptivos (llamados instructivos en el Programa de Español de Primaria), cuyo objeto “consiste en dirigir nuestras acciones, nos indican qué hacer y cómo hacer, a la vez que nos advierten de lo que sucederá si no seguimos las indicaciones dadas” (Sainz, 2006: 425).
3. La cultura escrita tiene que ver con los procesos de producción del libro impreso y con la difusión de éste y con la finalidad que, al igual que una práctica oral, con el texto se realice un encadenamiento espontáneo de las ideas, pero sin necesitar un intermediario, resaltando que este hecho provoca “la fijación de las palabras”, produciendo en el lector opiniones y pensamientos, pero sobre todo “en aras de hacer posible la comunicación” (Chartier, 2000: 10-11)
4. Ann-Marie Chartier en su libro “Enseñar a leer y escribir” en el capítulo 4: Literatura infantil en la escuela explica la introducción de libro de literatura infantil al ámbito escolar en diferentes momentos históricos, haciendo referencia que las publicaciones destinadas a la juventud experimentaron un auge en la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo fue hasta 1945 cuando el libro infantil se convirtió en punta de lanza de los pedagogos.

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