Armando Meixueiro Hernández
Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y
Juana Josefa Ruiz Cruz
Es muy probable, por la embestida y la velocidad de los cambios sociales, que los propósitos de la formación de docentes y la educación ambiental tengan una transformación radical en los años por venir y colaboren así – equiparándose a esta mutación- a la sobrevivencia de la especie humana, la sociedad misma y de la naturaleza en el en el siglo XXI.
Para Joaquín Núñez y Marta Dunach (2008) la formación docente tendrá que subirse inevitablemente a esta ola de cambios. Ellos señalan:
“La formación del profesorado trata también de esto; cómo facilitar, en el ejercicio de las competencias docentes, el aprendizaje del alumnado; cómo crear entorno de aprendizajes; como gestionar la diversidad en el aula; cómo guiar grupos; cómo formular las preguntas para que los alumnos y alumnas tienen o buscan respuestas”.
Sin duda, de estos candentes contenidos y muchos otros tópicos emergentes más, se hará indispensable, por citar algunos ejemplos, tocar temas como los procesos educativos y ambientales en un mundo migrante; los efectos de la virtualidad; la apropiación de la territorialidad y la lucha permanente por la autonomía; el género visto complejamente; las nuevas unidades sociales más allá de la familia; la construcción de comunidades generadoras de pensamiento, las diversas propuestas de regulación (y desregulación) estatales y educacionales; las formas de protección educativa social y jurídica ante la impunidad de los medios o los sistemas financieros; así como las emergentes y revolucionarias redes tecnológicas en las que se moverán los individuos en forma activa, la conducción de los más heterogéneos colectivos de aprendizaje; la tolerancia y el respeto retados por la violencia y la desigualdad; la atención educativa para muy variados segmentos sociales por edad y nivel socioeconómico, en forma integral y propositiva; el consumo sustentable; alfabetizaciones ambientales y mediáticas; construcciones de ciudadanías planetarias, las propuestas de innovación y mejora permanente de los centros escolares y de educación no formal, el conocimiento horizontal en relaciones no duraderas; la creación de instituciones educativas eficaces, potentes y flexibles. Una formación ambiental para la resistencia, la organización, la propuesta depositada en el deseo de un mundo mejor.
Por lo antes dicho un libro sobre Educación Ambiental y Formación Docente debe ser complejo, crítico y liberador, debe responder a las preguntas que emergen desmesuradamente de la relación entre los seres humanos y el mundo que habita y recrea. Un libro así, tiene que redimir los guiños de la realidad y las ilusiones del pensamiento, debe reivindicar el manantial de las palabras y los argumentos de la naturaleza. Por tanto, un proyecto de tal magnitud requiere un enfoque crítico y liberador. Si buscamos esa perspectiva tendremos que desembocar, ineludiblemente, en el pensamiento de Paulo Freire.
El pedagogo brasileño realizó una obra que se caracteriza por defender los procesos de concientización y de liberación en el hombre. Desde su más conocido ensayo, Pedagogía del oprimido (1969), denuncia la “Educación bancaria” como un instrumento de opresión en el que no se resuelve la contradicción educador-educando, ya que ambos tienden a cosificarse: el educando no sabe, no piensa, escucha dócilmente, es disciplinado, etcétera; por otro lado, el educador se asume como el que sabe, piensa, habla, impone una disciplina, actúa, prescribe, etcétera. Así, Paulo Freire apuesta por una educación problematizadora y dialógica que transformará las relaciones entre educador y educando, donde habrá un “esfuerzo permanente a través del cual los hombres van percibiendo, críticamente, cómo están siendo en el mundo, en el qué y con el qué están.” (Freire, 1969: 90)
De este modo, en Pedagogía del oprimido descubrimos un horizonte de resistencia y esperanza que se vislumbra a pesar de las condiciones adversas en las que se puede estar viviendo. “La educación problematizadora no es una fijación reaccionaria, es futuro revolucionario. De ahí que sea profética y, como tal, esperanzada.” (Freire, 1969: 92)
En el último capítulo de Acción cultural para la libertad (1970) Paulo Freire profundiza sobre el sentido en que la educación problematizadora es profética y esperanzada. Allí señala que los grupos revolucionarios tienen una naturaleza utópica y que esa utopía, producto de una acción cultural para la libertad, presupone la denuncia crítica de la realidad y la proclamación de una nueva realidad viable a través de la praxis. Así, la educación problematizadora es, existencialmente, resistencia y esperanza. Creemos que la Educación Ambiental y la Formación Docente suponen, intrínsecamente, una educación problematizadora.
La resistencia y la esperanza se destacan también en otro libro de Paulo Freire en dónde la reflexión sobre el ser docente es el tema central. Nos referimos a Pedagogía de la autonomía (1997), ensayo que abunda en meditaciones alrededor de la práctica docente en los educadores. Enseñar, para Freire, implica variadas distinciones: Primero defiende la idea de que no hay docencia sin discencia, es decir, que todo educador es al mismo tiempo educando y que, por tanto, en el proceso enseñanza-aprendizaje el docente y el alumno se miran como sujetos que descubren juntos el mundo y su situación específica en él. Enseñar exige entonces, y entre otras cosas, el reconocimiento y la asunción de la identidad cultural, condición que significa asumirse “como ser social e histórico, como ser pensante, comunicante, transformador, creador, realizador de sueños, capaz de sentir rabia porque es capaz de amar. Asumirse como sujeto porque es capaz de reconocerse como objeto.” (Freire, 1997: 14) En la segunda parte del libro se expone una reflexión titulada “Enseñar no es transferir conocimiento” en donde Paulo Freire enfatiza el sentido de resistencia y esperanza en el educador. Enseñar, afirma el pedagogo brasileño, exige la conciencia del inacabamiento, el reconocimiento de ser condicionado y la posibilidad de aprehender la realidad.
“Me gusta ser hombre, ser persona, porque sé que mi paso por el mundo no es algo predeterminado, preestablecido. Que mi "destino" no es un dato sino algo que necesita ser hecho y de cuya responsabilidad no puedo escapar. Me gusta ser persona porque la Historia en que me hago con los otros y de cuya hechura participo es un tiempo de posibilidades y no de determinismo. Eso explica que insista tanto en la problematización del futuro y que rechace su inexorabilidad.” (Freire, 1997: 17 y 18)
De este modo es que estamos entendiendo la idea de resistencia y esperanza: A partir de que somos seres condicionados (biológica, psicológica y socialmente) e inacabados nos aventuramos en la aprehensión y comprensión de nuestro entorno, denunciando el camino que hemos seguido, pero con la posibilidad de dirigir nuestros pasos por nuevos senderos.
La resistencia se funda en la conciencia de que el hombre, aunque condicionado, deviene proyecto de ser y existir de manera distinta a sus programas genéticos, instintos, complejos afectivos, determinantes cognitivas, limitaciones sociales y restricciones culturales. La resistencia se constituye en la asunción del hombre como libertad situante, conciencia capaz de elegir en el marco de innumerables situaciones. Y esta conciencia de sí mismo y de existir con los otros lo impulsa a la esperanza, que “es un condimento indispensable de la experiencia histórica. Sin ella no habría Historia, sino puro determinismo. Sólo hay Historia donde hay tiempo problematizado y no pre-dado.” (Freire, 1997: 23)
La Educación Ambiental es ante todo una forma de resistencia por la inquietud que han provocado las crisis ambientales en nuestro planeta y se vuelve esperanzadora en la medida en que se cree en el poder reivindicador de la educación; en específico, de una educación problematizadora y liberadora. Por otro lado, la Formación Docente es un ámbito que perfila una educación crítica centrada en y por el educador, como sujeto crítico capaz de denunciar e interrogar un orden existente y de proyectar recreando un mundo posible. El educador así, se asume como ser docente (porque enseña) y discente (porque aprende), capaz de problematizar su existencia en y con el otro, en y con el mundo.
En ese sentido es muy sugerente la descripción que hace Paulo Freire del significado que puede provocar en los alumnos un gesto del profesor. Allí explica cómo esa expresión del docente le influyó de un modo fundamental.
“El profesor había traído de su casa nuestros trabajos escolares y, llamándonos de uno en uno, los devolvía con su evaluación. En cierto momento me llama y, viendo y volviendo a ver mi texto, sin decir palabra, balancea la cabeza en señal de respeto y consideración. El gesto del profesor valió más que la propia nota de diez que le dio a mi redacción. El gesto del profesor me daba una confianza aún obviamente desconfiada de que era posible trabajar y producir. […] La mejor prueba de la importancia de aquel gesto es que lo menciono ahora como si lo hubiera presenciado hoy.” (Freire, 1997: 14)
Gestos que resaltan la importancia de la resistencia y la esperanza en educación los podemos encontrar en el extraordinario cuento “La lengua de las mariposas” (1995) de Manuel Rivas; relato que se fusionó con otros dos (“Un saxo en la niebla” y “Carmina”) para que José Luis Cuerda lo llevara a la pantalla grande en 1999. La historia trata de un niño que narra sus primeras experiencias escolares en la España previa al franquismo. Moncho describe allí, desde una perspectiva ingenua, sus primeras clases y sobre todo la relación que establece con el maestro. Don Gregorio es un profesor viejo y con aspecto de sapo sonriente que acabará seduciendo al niño por sus significativas enseñanzas.
“Pronto me di cuenta de que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que él tocaba era un cuento fascinante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y diástole del corazón. Todo conectaba, todo tenía sentido. La hierba, la lana, la oveja, mi frío. Cuando el maestro se dirigía hacia el mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminase la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relinchar de los caballos y el estampido del arcabuz, íbamos a lomos de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchábamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras. Fabricábamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribíamos cancioneros de amor en la Provenza y en el mar de Vigo. Construíamos el Pórtico de la Gloria. Plantábamos las patatas que habían venido de América.” (Rivas, 1995: 31 y 32)
La imagen del docente que encontramos en este bello relato ilustra las dos características que queremos distinguir en este libro: Resistencia y esperanza.
Don Gregorio es un republicano que manifiesta su pensamiento crítico y junto con un pequeño grupo del pueblo resisten al pensamiento conservador. Resistencia que provocará un dramático desenlace porque en 1936 ser republicano significaba ser enemigo de la Iglesia. A su vez, el impacto que va dejando el profesor en Moncho será indeleble.
“Pero los momentos más fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los bichos. Las arañas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado que daba leche y azúcar y cultivaban setas. Había un pájaro en Australia que pintaba su nido de colores con una especie de óleo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me olvidaré. Se llamaba el tilonorrinco. El macho colocaba una orquídea en el nuevo nido para atraer a la hembra.” (Rivas, 1995: 33)
En 1936 la guerra civil española estaba iniciando. La ingenuidad y la incomprensión de Moncho lo llevarán a realizar un acto desesperado, inolvidable.
La importancia de los gestos del maestro se ha soslayado en muchas de las pedagogías contemporáneas y en la formación docente. Sin embargo, es necesario preservar estos saberes. Uno de nuestros desafíos en este libro consiste en mostrar un conjunto de reflexiones sobre Educación Ambiental y Formación Docente y que pretenden ser gestos significativos, señales problematizadoras de esa encrucijada. Signos de resistencia y esperanza en la confluencia de la Educación Ambiental y Formación Docente y que ha caracterizado al proyecto de la UPN095 Azcapotzalco.
Como se puede observar, hay mucha tarea por venir para la formación de docentes en educación ambiental. Por lo que este libro aspira a ser sólo un banderazo de salida en la formación de educadores ambientales para el siglo del que está por terminar su primera década. Este libro en muchas formas es -siguiendo a Milán Kundera,- una victoria alada de la memoria contra el olvido, en el que encontramos reflexiones, experiencias, modelos, éxitos y fracasos y futuros posibles de educadores ambientales formando a otros educadores ambientales. No tiene precedente en nuestro país y nos permitimos convocarlo desde el Programa Académico de más larga vida formando docentes en educación ambiental en México: la Maestría en Educación Ambiental de la Unidad 095 de la Universidad Pedagógica Nacional. Sin embargo, no es un libro endógeno, que narre nuestra experiencia de 17 años, intervenciones, generaciones, diplomados, cursos, producción y proyección. No. Hay por fortuna una larga experiencia de casi dos décadas de diferentes actores sociales – líderes ambientales- que en diferentes latitudes de la geografía nacional han, y siguen, formado docentes en cuestiones ambientales y de sustentabilidad. A ellos se les convocó y fue sorprendente el entusiasmo en la respuesta, la rapidez en la elaboración y lo contundente de los contenidos. Es una muestra policromada del pensar, el decir y el actuar de los formadores ambientales mexicanos.
Gracias a esa desinteresada participación se llegó a una veintena de artículos que decidimos agruparlos en tres categorías:
a) Reflexiones sobre la Educación Ambiental. Aquí se agruparon artículos que muestran desde el nivel analítico de la experiencia una clara inclinación de teorizar sobre los docentes, la formación y/o la educación ambiental.
b) El Impacto de la Educación Ambiental en la sociedad. En esta sección quedaron documentadas las acciones e intervenciones que se han ido dando en la formación de maestros en la educación formal de nuestro país desde preescolar hasta posgrado.
c) Educadores Ambientales: recuperación de sus experiencias. En esta parte quedan plasmados los procesos individuales e innegablemente colectivos, de cómo se llega al campo de lo ambiental y cómo nace la necesidad de compartirlo todo: materiales (físicos y de los sueños), propuestas, trayectorias de vida, pensamientos y fracasos que a la vuelta del tiempo se vuelven éxitos.
Lo compendiado es un ramillete de la riqueza de la educación ambiental, cuando busca en el trabajo colaborativo y la reflexión, la formación ambiental para, como lo asegura Enrique Leff, lograr el contagio de la sustentabilidad.
Sin más, demos la palabra (arma, refugio, trinchera y vehículo de seducción) a estos resistentes y esperanzadores formadores ambientales para que nos cuenten qué ha significado formar profesores, monitores, facilitadores y educadores ambientales, en tan distintos ámbitos académicos y geográficos. Dejémonos atrapar con su resiliencia y su incuestionable persistencia.
Bibliografía
Corminas Canal M. y Rodríguez González M. (2008) "Observarse para compartir descubrimientos. Comunidades reflexivas", en Otra manera de formarse. Cuadernos de Pedagogía, No. 379. Mayo. Barcelona. España. Págs. 55-58.
Fasce J. y Martiña R. (1989) Nosotros Educadores. De los problemas de un oficio. Miño y Dávila Editores. Buenos Aires Argentina. Pág. 104.
Freire, Paulo. (1969) Pedagogía del oprimido. 53ª. Ed. México, Siglo XXI editores, 2000. 245 pp.
Freire, Paulo. (1970) Acción cultural para la libertad. Buenos Aires, Tierra Nueva S.R.L. 101 pp.
Freire, Paulo. (1997) Pedagogía de la autonomía. México, Siglo XXI editores.
Núñez Joaquín y Dunach Marta (2008) "Principios desde la Reflexión en la Práctica", en Otra manera de formarse. Cuadernos de Pedagogía, No. 379. Mayo. Barcelona. España. Págs. 48-51.
Rivas, Manuel. (1995) ¿Qué me quieres, amor? 8ª. Ed. Madrid, Punto de lectura, 2001. 198 pp.
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